miércoles, 7 de diciembre de 2005

Teología de salón

Leo en El Mundo (enlace no disponible directamente a la noticia): Doce teólogos españoles e italianos, contra la beatificación de Juan Pablo II.

Uno, en su ingenuidad, pensaba encontrarse con quejas relativas a la prontitud del proceso y exigencias procesales, pero no. Resulta que no es digno de ser elevado a los altares por "sus turbias maniobras financieras y por marginar a la mujer", por la "represión ejercidas sobre teólogos, teólogas (sic), religiosos y religiosas (resic), a través de intervenciones autoritarias de la Congregación para la Doctrina de la Fe". Como vemos, también nos cuelan la inevitable referencia al actual Papa.

Llegados a este punto, me voy directo al final del artículo para ver quiénes son los autores de tan alucinantes afirmaciones y me encuentro con Tamayo, José María Castillo, Franzoni y demás patulea de teológos de fúsil-en-una-mano-y-cruz-en-la-otra. Y ya todo queda claro.

Se presentan (y los presentan) como "importantes (sic) teólogos", pero todos sus pretendidos argumentos no pasan de ser necedades progres que nada tienen que ver con la teología.

Me niego a transcribir toda la sarta de sandeces que han soltado. Pero no me resisto a una más que revela, sin ir más lejos, la consideración que sienten estos "teólogos" por la Virgen María. Y es que en el debe de Juan Pablo II también se encuentra "su negativa a encrontrar un sitio digno a la mujer en la Iglesia." Con lo fácil que hubiese sido convertir a Jesucristo en Jesucrista para ir acordes con los tiempos del talante...

Eso sí, no se atreven a mostrar su verdadero fastidio: la decisiva labor de Juan Pablo II en la derrota de su querido y amado comunismo en la Europa del Este. Además de ignorantes (¡Tamayo, hay que leer un poco más a Ratzinger, éste sí un teólogo de primera línea, por no decir el mejor!), cínicos.

Ah, y la información la firma José Manuel Vidal, que aseguraba con una prepotencia digna de encomio que Ratzinger no era papable y ahora escribe libros sobre el tema. Dios los cria y ellos...

lunes, 7 de noviembre de 2005

De Lorenzo a sus camaradas

Hacía referencia a lo rápido que los dirigentes del PP se apartan del camino liberal, y ponía de ejemplo al alcalde de Oviedo, Gabino de Lorenzo, que en un arrebato de conciencia de clase, escribe a sus camaradas. Como el enlace no está disponible, paso a transcribir la carta que envió a los líderes regionales de los sindicatos mineros. No tiene desperdicio. Las negritas son mías, aunque evitaré la tentación de poner enlaces gráficos que serían muy reveladores de lo que apoya el primer edil de la muy noble, muy leal, benemérita, invicta, heroica y buena ciudad de Oviedo.

Os expreso el apoyo firme e inequívoco de Oviedo y de los ovetenses a
vuestras reivindicaciones, que son las de toda Asturias, porque
estáis
defendiendo
en solitario, con el coraje que os caracteriza,
los
intereses regionales
.

No déis un paso atrás. Cuando se reduce empleo en el sector minero, las prejubilaciones son un derecho reconocido por los gobiernos
anteriores, y los fondos para reindustrialización, una necesidad para el
presente y el futuro de Asturias. Quiero aclarar: fondos adicionales al
Presupuesto regional, por lo tanto, nunca deben sustituir a las inversiones en
él contempladas. Por consiguiente,
los administradores de esos fondos
mineros deben ser los sindicatos de la minería
.

El Gobierno tendrá que ceder porque la razón está de
vuestra parte. Lo lamentable es que para llegar a este punto tengamos que pasar
por esta situación.

Vuestra tenacidad y valentía en la defensa de los
intereses regionales son admirables y
todavía no han tenido por parte de
la sociedad asturiana el reconocimiento que se merece
.

El presidente del Gobierno de España se comprometió hace dos meses
públicamente en Rodiezmo a que hubiera una solución negociada en la minería.
¡Que cumpla su palabra!

No os sintáis solos, porque
el conjunto de Asturias está con
vosotros
, aunque el Gobierno regional, incomprensiblemente, haga como
que el asunto no va con él y alguna fuerza política incluso aplauda la nefasta
política del Ministerio de Industria. Ellos tendrán que explicárselo a los
asturianos.

Vosotros, los sindicatos mineros, estáis escribiendo de nuevo una página
importante de la historia de Asturias que Oviedo reconocerá
próximamente.

Ánimo y un fuerte abrazo.

viernes, 4 de noviembre de 2005

Con el PSOE hemos topado

Conozco a los sacerdotes y sociólogos José Ramón Álvarez y José Manuel Parrilla, y reconozco que no me suele gustar el tufo político que desprenden casi todos sus informes. Y no me agrada porque siempre he defendido que la Iglesia ha de orientarnos moralmente a los fieles, no (intentar) adoctrinarnos políticamente (por supuesto, siempre encontramos las referencias habituales al neoliberalismo y tal).

Pues bien, en su último informe hablan sobre los fondos mineros y sobre el plan del carbón que actualmente se “negocia”. Y lejos de criticar o matizar lo que estimen oportuno, en el PSOE asturiano toman el testigo de sus hermanos y primos censores y arremeten contra la Iglesia.

Así en Asturias como en Madrid o Barcelona. Amén.

Del PP frente a diversos liberticidas

Vuelta a las andadas. Los argumentos liberales se agotaron.

El miércoles, tras escuchar a Rajoy entonar un discurso (pdf) vibrante, emotivo y cargado de sensatez, desempolvo el carné de afiliado al PP. Lo miro y me digo: ¡Hay esperanza! Y es que el otrora melifluo presidente del PP basa su arenga parlamentaria en no pocos argumentos liberales.

Hoy, el alcalde de Oviedo, ciudad bella donde las haya, en un arrebato de conciencia de clase, escribe a sus camaradas. Les anima a que sigan adelante: "¡Ni un paso atrás!" (Siento no proporcionar el enlace, pero no está disponible.)

Gabino De Lorenzo, por cierto, se postula (o le postulan, tanto da) como candidato del PP para las próximas elecciones autonómicas. ¿Y el actual presidente regional del PP, Ovidio Sánchez? ¡Presente! En primera línea de populismo. ¿Asturias, dicen? Como siempre, gracias.

Javier Neira, nuestro liberal de guardia, tras protagonizar un viaje surrealista, se cuestiona lo mismo en un nuevo artículo antológico: ¿Quiénes son más liberticidas, egoístas y peligrosos, éstos o los patrocinadores del Estatut? El PP ya ha dado su respuesta.

martes, 27 de septiembre de 2005

El triunfo de un luchador (De fines y medios)

El domingo veinticinco de septiembre de dos mil cinco quedará grabado en mi memoria por siempre. Ese día, como saben ya millones de personas, un asturiano llamado Fernando “el guaje” Alonso se proclamó campeón mundial de Fórmula Uno.

En sí mismo no es un hecho tan importante; muchos otros le precedieron. Pero sí se han dado circunstancias que lo hacen especialmente relevante. La más objetiva es el nuevo récord alcanzado: El más joven en conseguir el campeonato mundial. Por no mencionar lo que cualquier aficionado a este deporte sabe muy bien: Es tremendamente difícil alcanzar ese premio, incluso en circunstancias mucho más favorables que las vividas por el campeón español, algunas de las cuales comentaré más adelante, pues son la base de esta reflexión.

Hay, además, otras razones de índole más sentimental. Yo soy español y asturiano. Esto, que resulta una obviedad, para muchos otros individuos de mi misma condición no lo es tanto. Allá cada cual con sus paranoias. Pero además, así me siento y así lo muestro, sin por ello caer en contradicción alguna con el pensamiento liberal, por cierto. Aclaro esto porque detecto una tendencia equivocada a equiparar liberalismo con una especie de individualismo vital; y el hecho de abogar por la limitación (o incluso total eliminación) de la coacción estatal sobre los individuos, y por la inviolabilidad del derecho a la vida y a la propiedad privada, pues eso es básicamente el liberalismo a mi modesto entender, nada tiene que ver con las opciones libres, plenamente legítimas, y sentirse identificado con un colectivo determinado lo es. Aunque tenga unos tintes más folclóricos que identitarios.

Pues bien, el Nano también suele hacer gala de su españolidad y de su asturianía , sin necesidad de mentir diciendo que le gusta la sidra o la fabada. Esto molesta a los colectivistas de toda condición, que sólo atienden a consignas, y el mero hecho de verles rabiar me resulta gratificante, qué carajo. Pero sobre todo, me hace sentirme orgulloso de los éxitos de un paisano. Éxito especialmente reseñable por los medios utilizados para alcanzarlo, como veremos.

Respecto a la locura general que este genial piloto ha provocado en nuestro país, habría que detenerse en razones que prefiero dejar para los psicólogos y los sociólogos. Simplemente, me confieso parte de ese millonario grupo que literalmente se emociona con cada giro de volante del asturiano. A pesar de la auténtica tensión que me provoca (o quizás por ello), ese rato dominical de puro ocio consigue aislarme de otras cuestiones que me causan dolor de cabeza. Sólo estamos el RS25, Fernando y yo. Si a esto añadimos la cita anual de Montmeló, el paroxismo puede alcanzar cotas ciertamente elevadas.

Pero quiero centrarme ya en el verdadero motivo de estas líneas, que no es otro que resaltar una vez más un hecho que curiosamente ha provocado las mayores críticas hacia Alonso. Y es que no duda en dejar claro en todo momento que nada debe a los burócratas y que por ello no soporta su innata capacidad para salir en todas las fotos. Muchos son los que ven soberbia y resentimiento en estas declaraciones, cuando lo que verdaderamente reflejan son sinceridad, valentía, orgullo y una tremenda seguridad en sí mismo.

No hay tal soberbia, porque no menosprecia a los demás a pesar de no haber tenido sus facilidades, y sus palabras siempre han sido pausadas aunque meridianamente claras. No es una persona excesivamente pasional, que actúe por calentones momentáneos.

Tampoco hay resentimiento, al menos en el sentido que se pretende, pues su enfado no es por no haber recibido una ayuda que en este país, y muy especialmente en esta región, recibe casi cualquiera con solo pedirla en el sitio adecuado. Lo que le cabrea, lo que le hace resentirse, es que quienes le ignoraron en sus inicios ahora acudan raudos a ponerse medallas. No es justo. Y hace bien en denunciarlo.

Tan cenutrios son algunos que incluso en estos momentos perjudican más que benefician. En vez de cumplir los acuerdos y la palabra dada, se intenta poner en un brete al Nano mientras se contratan anuncios faraónicos en la prensa pagados con nuestro dinero con los que pretenden mostrar un apoyo y unas felicitaciones tan innecesarias como insultantes; lo uno porque ya lo hacemos individualmente sus seguidores y lo otro porque si (afortunadamente) no se hizo entonces, no tiene sentido tampoco ahora. Todo sea por desviar la atención, verdadera especialidad de cualquier político que se precie. Pero no cuela: Si Fernando Alonso no sale al balcón, Sr. De Lorenzo, usted sabe bien que es por culpa de su falta de discreción, incompatible con el populismo del que siempre hace gala. Y como esta vez se ha encontrado con un tipo serio, no puede haber entendimiento. Esperemos que aún tenga arreglo.

Ni soberbia ni resentimiento, pues. Por el contrario, decíamos, lo que Alonso demuestra con todo esto es sinceridad, valentía, orgullo y seguridad.

Sinceridad porque dice lo que siente sin importarle las consecuencias. Gran parte de los ingresos que reciben este tipo de deportistas, proviene de la publicidad. Y tener una imagen arisca (a eso lleva la sinceridad, no nos engañemos) puede perjudicarle en ese sentido.

Valentía porque los burócratas tienen el poder y lo ejercen mediante el monopolio de la violencia. Dicho claramente, nunca sale gratis enfrentarse a quienes constituyen eso llamado Estado, cuyos funciones naturales (de tenerlas) han sido ampliamente pervertidas.

Orgullo porque es muy consciente de que ha perseguido sus fines utilizando unos medios moralmente intachables. Como dije ya hace casi dos años en otro comentario publicado en La Nueva España (cuyo original autografiado por Alonso guardo celosamente), la ambición, la esperanza, el afán de superación, el trabajo, la constancia, son aspectos reseñables de su carácter, y de todos ellos hay abundantes ejemplos en su biografía.

Y todo ello, unido a una enorme confianza en sí mismo, ha hecho posible la consecución de un fin largamente perseguido. Que los medios hayan sido estos, no hace sino dotar a su hazaña de más relevancia si cabe, dándole un toque ético ciertamente necesario. Y aunque siempre habrá quien no vea más que “mentiras míticas” en todo esto (supongo que de alguna manera tendrán algunos que justificar su mediocridad), yo más bien lo considero una prueba de la eficiencia de lo correcto.

No conviene olvidar tampoco el papel fundamental que la familia del piloto ha desempañado en toda esta historia. Este suplemento especial de La Nueva España (el periódico que más y mejor información ofrece sobre todo lo relacionado con Alonso) es de obligada lectura para hacerse una idea adecuada de todo esto, por lo que tampoco entraré en detalles concretos.

Así pues, parece bastante lógico que Fernando Alonso oriente sus agradecimientos hacia quienes realmente son partícipes de su éxito. Que esto siente mal, forma parte ya del paisanaje, como magistralmente nos cuenta Javier Neira . Además, no se olvidó el piloto de nosotros, sus seguidores, sin los que este circo no sería viable. Conviene insistir en esto, pues sus palabras tenían claros destinatarios.

En cualquier caso, que nadie se equivoque: La victoria es suya, no de una ciudad, Sr. D. Gabino de Lorenzo; ni de una región, Sr. D. Vicente Álvarez Areces; ni de un país, Sr. Rodríguez, Sr. Borbón; ni mucho menos del automovilismo español, cuyos mandamases, comoquiera que se llamen, nunca se preocuparon tampoco de él. ¡Menuda caterva de cínicos! Que él, Fernando Alonso Díaz, la administre como desee.

Si además su denuncia sirve para poner en el centro del debate todos estos valores, y así los que vienen detrás y suelen tomar como referentes morales a sus ídolos imiten estas loables actitudes, miel sobre hojuelas. Yo intentaré hacerlo. Por convicción y por conveniencia.

Como esto pretende ser una semblanza moral, no entraré a comentar las estupideces de los envidiosos, cuyo rencor por el éxito ajeno les impide ver lo enormemente contradictorio que es mantener la superioridad deportiva de Kimi porque tenía mejor coche. ¡Claro que lo tenía! Por eso tiene más mérito lo que has hecho. Afortunadamente, los campeones saben distinguir a los de su especie.

Fernando, Nano, paisano en cualquier caso, ¡¡Enhorabuena!! Y nuevamente, mis respetos a tu familia, especialmente tus padres, seguramente culpables directos de que seas lo que eres.

martes, 6 de septiembre de 2005

Fernando Alonso, Premio Príncipe de Asturias

Es de sobra conocido que sigo a Fernando Alonso con enorme pasión; esa pasión de corte irracional que muchos individuos sentimos al contemplar determinados eventos deportivos.

A su indiscutible capacidad profesional se une (me consta) su gran calidad humana. Es por ello que coincido con el jurado al considerar que “el guaje” ha conseguido llegar a la cumbre de su especialidad deportiva tras años de grandes sacrificios y renuncias con el único apoyo de su familia en los inicios de su carrera y es hoy un ejemplo para la juventud española y mundial. Además, su trayectoria es la consecuencia de la firme voluntad por el triunfo y pertenece al mundo de los campeones singulares, aquéllos que consiguen abrir nuevos caminos en especialidades de máxima dificultad, lo que le ha convertido ya es un símbolo y en un referente capaz de ilusionar a millones de personas.

Vamos, que con lo escasos que estamos de referentes morales, que alguien en quien se fijan millones de niños y no tan niños reúna estas cualidades es una excelente noticia.

Ahora bien, todo ello no me impide reconocer que, en el terreno meramente deportivo al menos, me temo que Nano no ha alcanzado todavía los méritos que atesoran otros candidatos, como Ángel Nieto o Carlos Sainz, por ejemplo.

Lo que me lleva a una última reflexión. ¿Quién es aquí el premiado? ¿Fernando Alonso o la Fundación Príncipe de Asturias?

Alonso obtendrá muchísima más publicidad y relevancia social cuando se proclame definitivamente Campeón Mundial (esperemos que este próximo fin de semana, para no dilatarlo más), pero dudo que influya en nada este galardón, más allá de en su propio orgullo astur.

Antes al contrario, difícilmente se puede presumir del prestigio de algo que en su vertiente pacifista fue concedido en su momento a una de las mayores piltrafas que en el mundo han sido, el terrorista Arafat.

En resumen, creo que es un premio desprestigiado por sus galardonados, y que en cualquier caso llega demasiado pronto para Fernando Alonso. Pero al menos, no se puede decir que no sea merecido, porque cualidades, tanto deportivas como morales, no le faltan.

En fin, al menos ¿será beneficioso para esta tierra baldía de iniciativas, ideas e ilusiones?

lunes, 5 de septiembre de 2005

Racismo o Ineptitud

Para algunos, la tragedia en el sur de EE.UU. hace aflorar el racismo existente en la sociedad norteamericana.

Y esto es así porque Bush no ha actuado antes para ayudar a las víctimas del huracán Katrina por tratarse, en su mayoría, de negros, y encima, de negros pobres. Con lo que ya tenemos la primera sandez: ¿Es racista la sociedad o lo es Bush? Porque NO es lo mismo.

Pero "mejora" el argumento según se avanza en la lectura. Y es que el number one en poner el dedo en la llaga ha sido... Mr. Moore. ¡Cómo no! El individuo que debería pasar a formar parte de la historia de la infamia por sus continuas manipulaciones, de nuevo al ataque. Según esta piltrafa intelectual, la culpa es de la guerra (¡qué original!) y de la raza de los damnificados. ¿Cómo llega a semejante conclusión? Quien haya visionado alguno de sus documentales lo entenderá sin mayores problemas.

También se une a esta perorata colectivista el onmnipresente reverendo Jesse Jackson, otro personaje que no ve individuos, sino grupos, hasta el punto de pedir que a los negros los ayuden los negros. Incluso culpó también a los medios de comunicación porque, según él, "criminalizan a la gente de Nueva Orleans" al mostrar continuamente imágenes de negros robando y saqueando establecimientos. Vamos, que si uno es negro y está atracando, el mero hecho de mostrarlo demuestra racismo. No me negarán que es un argumento definitivo. Es como cuando nuestros sindicalistas acusan de "enemigos de los trabajadores" a los periodistas que muestran a los "verdaderos defensores" de la oprimida clase obrera coaccionando y atentando contra la libertad y la propiedad ajena de... los trabajadores.

Por no hablar del propio alcalde de Nueva Orleans, Ray Nagin, que evalúa la capacidad según la raza, mientras olvida sus propias responsabilidades, quizás porque él mismo es afroamericano, y ya sabemos que los negros no pueden ser culpables de no ayudar a sus hermanos.

En fin, líderes negros del Congreso, miembros de grupos de presión, miembros del Partido Demócrata...

Y con estos mimbres, el redactor de esta crónica titula que el racismo aflora. Pues va a ser que sí, pero no en el sentido que él pretende hacernos creer.

Por contra, hay quien percibe que el huracán Katrina nos ha mostrado la ineficiencia, torpeza e ineptitud del gobierno.

Este artículo de Carlos Ball merece ser leído en su totalidad. Así sea por el contraste.

sábado, 27 de agosto de 2005

Un progrerista más

Pasen y vean.

El sujeto M. Hernández, a quien afortunadamente no tengo el disgusto de conocer, se regocija en los orígenes asturianos de uno de los secuestradores de Di Stéfano (últimamente estamos que nos salimos en la exportación de especímenes) mientras nos informa del hecho como si privar de libertad a una persona fuese una travesura de juventud digna de reconocimiento.

Por supuesto no faltan los inevitables eufemismos para referirse a este terrorista. Así: captor, revolucionario, guerrillero... En fin, habrá que convenir que en ciertas facultades de Ciencias de la Información tienen su propio diccionario; y es de suponer que una de las definiciones de "miserable" sea algo del tipo: Cierto tipo de periodista, especialmente habitual entre la clase denominada como "progrerista".

Y por si quedaba alguna duda del perfil del "combatiente", el progrerista nos comenta, mezclando comillas con palabras propias, que Del Río (así se llama el interfecto) sigue siendo revolucionario, pero ahora sus actividades se centran en apoyar la revolución democrática y pacífica que propugna Chávez.

Los orígenes del susodicho terrorista son de lo más reveladores. Y es que su padre era un republicano anarquista de los del 34 astur; una especie muy "querida" por estos pagos, por su "encendida" defensa de la legalidad republicana.

Sr. Hernández, dada su insistencia en la bondad de estos afables guerrilleros, váyase con ellos; le van a tratar bien. Yo luego glosaré tan agradable acontecimiento. Eso sí, acuerde con ellos las fechas para evitar coincidencias onomásticas y no olvide llevar el dominó, el ajedrez y Digital +. Y ya puestos, unas botellas de sidrina.

Con todo, este ejemplar, que se siente muy orgulloso porque nuestro comportamiento fue muy correcto y humano, ha sido invitado al estreno de la película “Real”, hecho que él ve como un reconocimiento a la calidad humana de los combatientes guerrilleros de los años sesenta.

Tras este ejemplo de amor ferviente por la libertad de los individuos, me replantearé mi intención de visionar esa película; el bienestar emocional está por encima del amor a los colores.

martes, 9 de agosto de 2005

Gabriel Mercado

Gabriel Mercado, discípulo del prof. Bastos y autor del sugerente artículo Apología del caciquismo, tiene desde hace un tiempo su propio blog.

Lo ha llamado, con una intención más que clara, Viena. Y aprovechando su estancia por las tierras sureñas de Alabama, está escribiendo unos interesantes apuntes sobre las Conferencias que los grandes del Mises Institute están impartiendo en estos meses estivales. ¡Qué envidia!

Por cierto, hay apellidos que son de lo más descriptivos. Hay que leerle pues, porque tanto lo que escribe como sus referencias son inmejorables.

viernes, 15 de julio de 2005

En defensa del caciquismo

El caciquismo representa una forma de política, corrupta como toda
política, pero menos corrupta y menos ingenieril que la de los grandes políticos
de la capital y de Bruselas. Si manipulas la banca central, llevas el país a
guerras imperiales y apoyas constituciones intervencionistas eres liberal; si la corrupción es a pequeña escala y tienes que dar la cara delante de tus vecinos, entonces eres un peligroso antiliberal que hay que eliminar. No decimos que el
cacique sea bueno sino que identificamos cual es el verdadero mal.
El siempre genial prof. Bastos es el autor de semejante aseveración, que me consta pondrá los pelos de punta a muchos compañeros liberales, para los que afirmaciones así son las que ocasionan la mala fama del liberalismo.

A mí, por el contrario, me parece ciertamente estimulante, pues es conveniente reflexionar sobre pretendidos dogmas que un liberal debiera rechazar así sea por mera coherencia teórica. No estamos hablando aquí de estrategias políticas, aunque también, pues todo paso en la dirección correcta ha de ser bienvenido, sino de reflexiones intelectuales muy necesarias para clarificar las ideas, por mucho que eso no les guste a los que no tienen más estrategia que la conquista del mismo poder que dicen rechazar.

Todo esto viene a cuento de un estimulante artículo (que paso a copiar) escrito por un discípulo argentino del prof. Bastos, el joven Gabriel Mercado. Según propia confesión, el trasfondo de este texto se lo debo a conversaciones con el profesor Miguel Anxo Bastos Boubeta, quien, claro está, se encuentra exento de responsabilidad por cualquier error en el que se incurra. De reminiscencias hoppesianas, merece y quiere la crítica de todos los que tengáis algo que aportar.

Tan sólo una petición final: No nos quedemos con el título y leamos el artículo completo. Así, se evitarán innecesarias aclaraciones, que por otra parte ya están claras en el párrafo inicial del prof. Bastos.


Apología del caciquismo

El caciquismo es, sin lugar a dudas, un fenómeno característico de nuestros días. Lo más llamativo es que no comporta un fenómeno nuevo, sino que se encuentra anclado en un modo tradicional de hacer política que se remonta tal vez hasta siglos atrás, y que permanece casi sin modificaciones en la actualidad. Desde la teoría se sostiene que el caciquismo tiene como génesis al desigual desarrollo de los estados-nación en cuanto a la dialéctica centro-periferia, de tal forma que mientras que las pautas de funcionamiento del centro del sistema político mudaban hacia formas de representación como las que conocemos en la mayoría de los países occidentales, la periferia, siempre menos flexible y receptiva a los cambios que se avecinaban, mantenía para sí este tipo de estructura de autoridad tradicional.

De esta manera, mientras que en las zonas que podríamos denominar centrales respecto del sistema político (aquellas emisoras de outputs, de políticas públicas) los modos de gobierno iban evolucionando hacia nuevas formas de tecnocracia y de profesionalización -esto es, mientras que las instancias centrales de gobierno eran ocupadas de modo creciente por políticos “de carrera”, ligados en su origen más bien al aparato burocrático del estado y detentadores de una legitimidad del tipo legal-racional en el sentido weberiano-, aquellas zonas más atrasadas mantenían este tipo de dominación fundamentado en formas tradicionales de patronazgo, con una relación cimentada en vínculos informales o carismáticos.

El cacique es, entonces, el nexo con el centro, es quien ejecuta a nivel local los outputs emanados del centro del sistema, adaptándolos de ser preciso a las prácticas propias de aquellas sociedades cuyas formas de control se encuentran más cercanas a las de una sociedad tradicional. Su extracción es local: el cacique ha nacido y construido su autoridad en el mismo sitio donde ejerce su liderazgo, pudiendo en la mayoría de los casos llegar a establecer redes con otros caciques de poblaciones aledañas, mediante redes transaccionales de lealtades y de intercambio de favores.

Es la figura central y excluyente en la vida social y política del territorio que gobierna, dado que establece relaciones personales con la práctica totalidad de sus vecinos. Es un tópico decir que en un pueblo pequeño “todo el mundo se conoce”; a este tópico habría que añadir que al cacique también “todo el mundo lo conoce”. Las relaciones con su electorado son individualizadas y en muchos casos directas, de modo que la vinculación con el cuerpo de gobernados es más fluida que la de un político convencional, llegando en muchos casos a la total horizontalidad. Muchas veces el cacique es un empresario más que desarrolla sus actividades en la economía local, rasgo que lo diferencia también del político convencional: no vive de la política. El cacique es ampliamente conocido por los vecinos, mientras que a su vez conoce (y probablemente pueda llamar por su nombre de pila) a cada uno de ellos. Es quien se ocupa de recoger las demandas de sus electores de un modo directo y sin intermediarios, así como de solucionar con prestancia y pragmatismo los problemas de sus vecinos.

De esta manera el vínculo que desarrolla con su electorado es muchas veces transaccional: el cacique recaba sus votos personalmente, basándose en la conformidad de sus electores con su gestión. Esta conformidad se fundamenta en el grado de atención que les haya prestado individualmente en cuanto a mejorar sus condiciones de vida -ponderando el grado de realización de sus anteriores promesas electorales para pedir el voto-. Asimismo, realiza promesas de futuras actuaciones para obtener el favor de sus electores. Lo llamativo es que en este rasgo se parece a cualquier otro político, e inclusive lo supera: dado que la relación es personal, las demandas de los votantes llegan sin intermediación al gestor, quien se ve obligado a dar respuestas en caso de haber incumplido. Lo que es más: al tratarse, como veremos, de mandatos continuados en el tiempo, la responsabilidad del cacique ante la promesa electoral incumplida obtiene penalización segura por parte del elector en cuanto a la negación de su apoyo para futuros comicios y actuaciones.

Como cualquier otro político convencional, el cacique no cuenta bajo ningún punto de vista con un “electorado cautivo”. De no estar conformes con su gestión, los electores tienen la opción de no votarle o de votar al candidato alternativo. Otro incentivo para el cacique es la existencia de la amenaza a su poder por parte del competidor en ciernes. Siempre hay otro líder dispuesto a arrebatar el poder al cacique, por lo que su gestión debe recabar la mayor cantidad de apoyos posibles a fin de mantener un liderazgo sin fisuras y no dar más opciones al crecimiento de la figura de su oponente.

Estas características propias del cacique han llevado al desarrollo de un prejuicio, perfectamente palpable en el discurso de izquierdas, según el cual el caciquismo responde a una mentalidad “atrasada”, a una forma de gobierno corrupta y que debe ser abolida en pos del nuevo modo de gobierno basado en criterios más “objetivos” y “modernos”, al fin, más acordes con una sociedad desarrollada. De este modo, la intelectualidad de izquierdas no pierde oportunidad alguna para demostrar su profundo desprecio tanto a la figura del cacique como a la de su electorado. El caciquismo es para éstos un auténtico fruto de la ignorancia y de las mentalidades provincianas. El intelectual propio de partido de izquierdas (muchas veces profesor universitario, amante de la vida en las ciudades, fomentador de la idea de que la urbe es el único foco de “civilización” aceptable) desprecia al electorado rural, y se ocupa de transmitir -muchas veces veladamente aunque no con menos ponzoña- este sentimiento. El desprecio no surge de otra cosa que del resentimiento: sus grandes ideas, sus pulcras elaboraciones teóricas, carecen de aceptación en el ámbito rural, plagado de electores “ignorantes”, donde su discurso permanece incomprendido.

De nada le sirve remitirse a la teoría de la justicia rawlsiana ante un electorado que simplemente le ignora (o le toma por tonto), o cuyos temas de discusión versan sobre cuestiones tan terrenales como la extensión de una pista o la instalación de una farola. En este sentido se diferencia del cacique en cuanto a que éste es un hacedor, mientras que él es un hablador, un teoretizador de la política. La excesiva intelectualización le lleva a pretender que aquellos que no actúan de acuerdo con sus deseos lo hacen irracionalmente: quien no actúa como “se supone” -como él supone- que debe hacerlo es porque es ignorante o es estúpido. Los perfectos modelos teóricos por él creados sobre el comportamiento ideal se prueban inútiles en la realidad, produciéndole exasperación y, finalmente, desprecio por quienes le ignoran.

Es por esto que el intelectual de izquierdas siente resentimiento hacia las formas de gobierno caciquiles, así como por sus bases sociológicas: simplemente porque su discurso no es valorado por ellas, porque los recursos que le son suficientes para cautivar al auditorio universitario no causan la más mínima impresión en un electorado acostumbrado a la política llana y pragmática del cacique. Sus elaboraciones son propias del recinto académico, de grandes edificios teóricos que poca utilidad tienen para la política transaccional del ámbito rural.

Una de las objeciones más comunes a la política caciquil es que es una forma corrupta de gobierno. Lo que cabe preguntarse es si acaso no hay igual o mayor número de casos de corrupción en la política racional-legal del centro del sistema. Inclusive el cacique, de perpetrar un acto de corrupción, es identificado inmediatamente por su electorado, que le conoce, mientras que el político racional-legal, al ser en la mayoría de los casos un actor anónimo investido en una extensa cadena de responsabilidades, no lo es. La corrupción, a fin de cuentas, no depende de que haya más o menos caciquismo, sino que es un error mismo del sistema del que no se puede culpar a la propia institución caciquil.

Finalmente llegamos a otro argumento a favor de la figura del cacique, como es el de su preferencia temporal. En este rasgo también se muestra superior al político racional-legal, en tanto que el mandato de éste es limitado y acotado en el tiempo: el político racional-legal no tiene el vínculo del que disfruta el cacique con su electorado, porque el ideal al que suele aspirar no trasciende los cuatro u ocho años de gestión. Es por esto que las consecuencias de una política errada no le incumben ni le interesan: el político racional-legal se limita a gestionar el período de gobierno que le toca, lo cual representa un incentivo menos para una gestión esmerada y (como sucede siempre con las mejores políticas) cuyos efectos se hagan evidentes con el paso del tiempo. La ligazón que une al cacique con su tierra le hacen pensar a largo plazo (dado que su pretensión es la de permanecer en el poder por un largo período de tiempo), por lo que las políticas por él planteadas es más probable que trasciendan al efectismo de un político racional-legal.

En conclusión, he intentado defender la defenestrada figura del cacique rural, haciendo notar las ventajas que lo hacen en tantos aspectos superior al político racional-legal. Considero que esta forma de autoridad debe ser defendida como forma de gobierno tradicional y aún no superada por las nuevas formas, que siguen la pauta de una falsa “objetividad” propias de una nueva manifestación de lo que en el fondo es mera corrección política.

viernes, 17 de junio de 2005

Contra la manifestación

En relación con lo recién comentado, dice el Manifiesto: La familia sí importa que “El Gobierno español promueve iniciativas que atentan contra los fundamentos de la familia”. Sinceramente, no estoy en absoluto de acuerdo.

Que se cometa el grave error mencionado, no va en absoluto en menoscabo de la familia tradicional. ¿Por qué habría de ser así? Esas uniones ya existían, simplemente no estaban reconocidas legalmente. La sociedad no se ha desestructurado por ello durante este tiempo y, en todo caso, de haber ocurrido, sería fruto de una evolución social de los propios individuos y no de una ley aprobada por sus sectarios señorías.

Del mismo modo, es un error pretender que la familia tradicional ha sobrevivido hasta hoy por el mero hecho de estar “protegida” por los poderes públicos. Somos los individuos los que tomamos las decisiones sin necesidad de amparos positivistas.

Respecto a la adopción, es cierto que es el niño el que tiene el derecho a ser adoptado. Pero precisamente por eso, limitarlo mediante la condición de que sea un hombre y una mujer es caprichoso y devalúa completamente ese pretendido derecho. Sin mencionar que es falso que hoy día sea imprescindible esa condición tampoco, pues se permite la adopción por una sola persona.

No es tampoco función del Gobierno banalizar o priorizar nada. Si hay una ley que permite el divorcio, se usa o no se usa; nadie está obligado a ello. Y el hecho de que se critique la unilateralidad que permite la nueva ley, me parece francamente escandaloso. Lo criticable es que aún así haya que esperar tres meses para romper voluntariamente un acuerdo, salvo que se defiendan los contratos de esclavitud voluntaria. ¿Por qué dos personas no pueden acordar firmar un acuerdo cuya resolución sea unilateral y sin motivación objetiva? Pero tampoco conviene detenerse mucho en esto, pues es consecuencia de la previa existencia del “matrimonio público”. Sin lo uno, no sería necesario lo otro.

Con todo, lo más grave viene luego. Y es que si esta manifestación fuese para mostrar el apoyo a una determinada forma de entender la vida en familia, probablemente hasta me sumaría, pues comparto la importancia de esa institución milenaria en la formación de unos comportamientos pautados que hacen posible la vida en libertad. Pero lo que así se hace es levantar la voz pidiendo intervención al Gobierno. Y eso no.

Porque lo importante no es tanto lo que los ungidos pretendan hacer desde su posición de fuerza, si no el mero hecho de que puedan hacerlo. Pidamos libertad para vivir en paz, cada cual según su moral y según los principios básicos de respeto a la vida, la libertad y la propiedad. Pero si pedimos que el Estado intervenga en una dirección moral determinada, perdemos todo punto de legitimidad.

También sería conveniente que algunos entendieran que no tienen derecho alguno a reclamar igualdad de trato en una cadena privada de televisión. Critiquen lo que quieran, que ello no significará estar en contra de la libertad de expresión, como los de siempre dirán, pero hay que tener claros los límites.

Aún así, sólo faltaba, tienen todo el derecho a expresarse libremente, aunque sea para pedir medidas que son ilegítimas a mi parecer. Y que desde sectores que defendieron manifestaciones no autorizadas (recordemos que, por desgracia, las calles son públicas y hace falta autorización administrativa) y, por tanto, ilegales, en las que se agredió a personas y propiedades ajenas sin rubor alguno, se pretenda deslegitimar ese derecho, es ciertamente vomitivo.

Por otra parte, los convocantes son conocidos y el PP no está entre ellos. Pero aunque así fuese, también podría hacerlo. Nuevamente en este caso, que la crítica venga de partidos políticos cuyas preferencias siempre estuvieron en las algaradas antes que en el Parlamento, es de un cinismo atroz. Por mi parte, el apoyo del PP como partido político (sus miembros son libres de hacer a título individual lo que les venga en gana, o así debería ser) me parece erróneo, aunque ciertamente revelador de su tendencia no-liberal, con propensiones a la coerción moral.

También será divertido ver la reacción de los teóricos del pueblo que habla y se mueve. Y es que para algunos, cuando el pueblo se manifiesta en la dirección opuesta a la suya, es que simplemente está equivocado, manipulado o en la ignorancia. Pues prueben ahora su propia medicina con dignidad. No deja de ser curioso ver los papeles cambiados: la derecha en la calle y la izquierda defendiendo el orden establecido.

Para finalizar, me gustaría comentar algo de la postura oficial de la Iglesia española. Tienen el derecho, y si me apuran el deber, de mostrar su concepción moral, de ejercer el proselitismo, de manifestarse o gritar desde los púlpitos para ello. Pero es grave, insisto, apelar al Estado para que mediante actos liberticidas les ayude en la labor.

Bien es cierto, que vivimos en una democracia parlamentaria, donde las mayorías son definitorias. Los que están tan a gusto en semejante orden de cosas, deberían tener presente, así sea por mera coherencia, que la Iglesia es un referente moral de muchos ciudadanos y que goza de una representatividad efectiva (mayor que los poderosos sindicatos, por ejemplo, a los que sí se tiene en cuenta; será por aquello de sus métodos de persuasión).

En fin, quizás ahora que la cosa se mueve, sea el momento de manifestarse por cosas realmente importantes, tales como la rebelión fiscal. Eso sí es un robo en toda regla que no se debiera consentir.

Contra el matrimonio gay

Regular las uniones homosexuales como si de un matrimonio tradicional se tratara es profundamente antiliberal, además de una considerable sandez, sólo explicable por el afán provocador del Sr. Rodríguez, que bajo un manto de talante y diálogo, esconde un sectarismo atroz.

Es antiliberal porque amplia la intervención estatal en vez de disminuirla. Efectivamente, las uniones entre personas son hechos privados que en nada competen al Estado. No tiene sentido alguno que la institución del matrimonio tenga que ser sancionada administrativamente, ni siquiera bajo la disculpa de la protección. Y esto es así porque si el matrimonio tradicional, y por extensión la familia, han ido desarrollándose hasta nuestros días, siendo una fuente de estabilidad social indudable, nada tiene que ver en ello la manida protección de los poderes públicos. Son los propios individuos los que han de decidir, a través de la libre interacción, qué instituciones permanecen, desaparecen o evolucionan. Como tampoco le compete al Estado cuándo esas uniones han llegado a su fin (divorcio o separación).

De hecho, son muy heterogéneas los tipos de uniones existentes hoy en día, entre las que están incluidas las parejas del mismo sexo, sin necesidad de que estén regladas. Parece ser que, probablemente con la mejor intención, no nos damos cuenta de que iniciamos un camino en el que debemos tener el consentimiento del Estado para cosas que llevamos haciendo muchos años. ¿Y eso por qué? ¿No estamos concediéndole una legitimidad al ente predatorio por excelencia de la que debiera carecer para nosotros? La única apelación a los poderes públicos debiera ser para que el matrimonio actual dejara de ser “protegido”, nunca para ampliarlo aún más. Será ciertamente curioso ver a las parejas homosexuales luchando para poder separarse libremente. Doscientos años después, ciertos españolitos siguen con su particular ¡Viva las cadenas! Por lo demás, ¿cuánto costará a mi bolsillo todo esto?

Tampoco me parece justificable el argumento del mientras tanto. Y es que se suele argüir para defender esta medida legislativa, que mientras conseguimos que el Estado se aparte de todo tipo de uniones, al menos igualemos a los homosexuales. ¿Igualar en lo negativo? Curiosa manera de luchar por la libertad. ¿Y por qué no la poligamia o la poliandria? ¿Entonces sí apelamos a conceptos morales, a la tradición, etc,? Muy poca gente entra en este asunto, porque de inmediato se encuentra ante una contradicción flagrante.

Decía que además me parecía todo esto una sandez. Y ello porque se ha abierto un debate moral sobre los tipos de relaciones absolutamente contraproducente y ya muy superado. Es decir, lo que era de forma natural un hecho asimilado, se está convirtiendo en una batalla. Y todo por la habitual obsesión de ciertos grupos de presión empeñados en buscar la bronca social constantemente, en este caso intentando acceder a una institución, la matrimonial, que siempre aborrecieron. ¿Qué necesidad había de llamarlo precisamente matrimonio, si lo que se perseguían eran unos meros derechos positivos?

Que no me hablen de homofobia pues. Primero, porque si de legalidad hablamos, no había problema alguno. Cada uno podía, y puede, acostarse con quien quiera mientras se cumplan los criterios de edad y consentimiento. Sin embargo, la poligamia o la poliandria que antes mencionaba, son prácticas incomprensiblemente prohibidas y eso sí merecería un clamor, por lo que tiene de liberticida y moralizador que mediante la coerción estatal se dictamine lo que es lícito y no lo es en el ámbito de las relaciones privadas. Pero eso no interesa, con lo que se aprecia el amor por la libertad de algunos (muchos) personajes a los que se les llena la boca constantemente.

Segundo, porque no ver oportuno la institucionalización de esas relaciones no quiere decir en absoluto que no se respeten como hemos visto. Sencillamente se trata de dar a cada cosa el nombre y el tratamiento que le corresponde, sin que por ello se vea afectada la igualdad jurídica ni la libertad personal. Amén de que ciertas pretensiones igualitaristas no son más que profundizaciones en el error intervencionista.

Ahora bien. ¿Y la famosa manifestación?

viernes, 3 de junio de 2005

Existencia, ausencia

Duelen mucho más algunas existencias que ciertas ausencias.

FJL en Oviedo

Mi amigo y yo nos sentamos lo más cerca que podemos del escenario, teniendo en cuenta también que se pueda ver claramente la mesa donde se colocarán los protagonistas, aunque es uno en especial quien realmente nos importa.

No tarda en salir, solo, con pasos acelerados. Viste un traje veraniego, camisa oscura, sin corbata. Todo muy abundante, magnificado quizás por su pequeñez física que contrapone a su grandeza moral. Tímidamente, de soslayo, nos saluda como respuesta al estruendoso aplauso que le recibe.

Estamos en Oviedo, en la Sala Principal del Auditorio Príncipe Felipe, tras una noche corta y un desayuno frugal; pero merecía ciertamente la pena para ver directamente a quien ha sido el causante principal de mi pasión por la libertad. Hace ya tantos años… Atrás quedan las cartas que le escribía a Pedro J. en el año 96 pidiendo la incorporación de este genial individuo al periódico que yo compraba diariamente. Era una cuestión lógica: así me ahorraba comprar también el ABC, pues sólo por sus Comentarios Liberales llegaba a mi mano.

Lo del amigo que hoy me acompaña también tiene miga. Un joven izquierdista en su momento (ya saben, la enfermedad más habitual a cierta edad), pero recuperado para la causa tras innumerables discusiones. Tan sólo queda pendiente arrebatarle de las garras neoclásicas, pero todo se andará.

El público es muy variado. Desde jubilados hasta jóvenes estudiantes, niños más bien, a los que alguien pregunta tras de mí si están haciendo novillos; universitarios, jóvenes y no tan jóvenes empresarios; individuos sin más, que han madrugado para estar allí un rato antes de incorporarse al trabajo.… Y numerosa, muy numerosa la concurrencia.

Tras él, salen los contertulios del día y las periodistas que le acompañan diariamente. Y comienza el espectáculo. Se desenvuelve con soltura, teniendo en cuenta que muchos no le conceden ni tan siquiera la profesión de periodista. Pinchan en duro, pues con mucho atino sostiene que las facultades de Ciencias de la Información son una pérdida absoluta de tiempo.

Se les nota a todos a gusto; se lo pasan bien. Nosotros también. Me sorprende que se pueda hacer un programa de radio en directo con tanto público sin que nadie lo controle todo; espontáneamente (somos liberales, ¿no?) un silencio sepulcral se produce en cuento se acaba la publicidad y ellos se ponen los cascos.

Transmite vitalidad aunque apenas se le perciba físicamente tras el micrófono. Comunica porque no calla lo que el común piensa en muchas ocasiones. Hoy, por ejemplo, hemos conocido a la Delegada de la AVT en Asturias, una mujer a la que el Grapo le arrebató a su esposo, hace ya demasiados años, que consigue emocionarnos a todos con su testimomio cargado de sensatez y sentido común.

Su empatía es su virtud y la causa principal de que muchos pretendan enterrarle, no sé si sólo profesionalmente. Es una de las pocas gotas de agua en el desierto comunicativo actual, pero él acapara el odio de los liberticidas como ningún otro antes. En efecto, en un alarde de perversión tremendo, le achacan a él la causa de una crispación que no es más que producto de su brutal y ciego odio a la libertad.

Uno puede comprender que eso les pase a los progres de toda condición. Al fin y al cabo, les quita la careta diariamente, tantas veces como vuelven a ponérsela. Pero no concibo lo de ciertos liberales, empeñados en tildar de ultra, de facha, de neonazi, a quien es el culpable directo de que hoy se hable de liberalismo en España de nuevo.

Es cierto que su estilo ha cambiado, pero sigue cumpliendo una labor encomiable dentro de la necesaria división del trabajo. Muchos otros han cogido su testigo, mientras él batalla desde las ondas en una batalla desigual, tanto por efectivos como por métodos.

Se equivocan los expertos agitadores gramscianos esta vez. Yo he redescubierto de nuevo a este hombre precisamente por reacción ante tanta mala baba. Que sigan así.

Mientras tanto, hoy, en Oviedo, he disfrutado de la presencia de Federico Jiménez Losantos, maestro liberal. Es conveniente no perder la memoria.

jueves, 26 de mayo de 2005

lunes, 16 de mayo de 2005

Juan José Millás se confiesa fascista

Tiene este individuo un miedo ancestral a la libertad que esconde bajo un nítido manto de ignorancia sobre lo que le rodea. Cómo según propia consideración, los ingredientes básicos del fascismo son el miedo y la ignorancia, hemos de concluir que se confiesa como un fascista de tomo y lomo. No seré yo quien se lo discuta.

Claro que lo que él pretende en su vómito de hoy es bien distinto, aunque bajo su pretendida finura de científico social no haya más que la misma basura de siempre: la mayoría de los norteamericanos (votantes de Bush, claro), los católicos y los votantes del PP somos unos ignorantes atemorizados, o lo que es lo mismo, unos fascistas.

Y todo porque a Rajoy se le ocurrió poner en solfa el discurso triunfalista de ZP. ¡Cómo se atreve!

lunes, 9 de mayo de 2005

Respuesta de un aficionado...

... a un periodista deportivo.

Don Fernando Alonso se ha ganado con creces el "don", tanto por su capacidad profesional como por su valía personal. Y es que de haber alguien capacitado para expedir semejantes títulos, no creo que sea un periodista que simplemente valora la disponibilidad de una persona para atender sus llamadas. Por el contrario, quienes somos protagonistas del circo algo tenemos que decir al respecto, pues sin nosotros esto se caería. Claro que hay profesionales serios demasiado acostumbrados a pontificar constantemente.

Y lo que nos interesa de Nano no es si su anterior novia le acosa o si tiene pensado montar un harén, sino su capacidad al volante, su simpatía para con quienes somos sus seguidores y su valentía moral, en tiempos de relativismo, defendiendo valores como la responsabilidad, la perseverancia, la familia y la amistad, etc.

Hay que ser cenutrio para mezclar en el mismo artículo a María José Campanario y Julián Muñoz con Fernando Alonso. Pero es lo que ocurre cuando alguien tiene la osadía de mentar a la casta de privilegiados de los intocables, que sólo parecen entender de libertad de expresión cuando de la suya se trata.

Un mero desahogo de alguien que ve como se meten en su vida privada y el gremio salta sin remedio. Claro que como los resultados deportivos acompañan, no se han atrevido a hacer demasiada sangre. Pero tiempo habrá para el corporativismo más repulsivo.

viernes, 29 de abril de 2005

La herencia marxista

Unos cientos de trabajadores del diario El Mundo llevan unos días manifestándose ante la sede de su propio periódico, y parece ser que están dispuestos a ir a la huelga. El motivo es la negociación del convenio colectivo, que sería aplicable, claro, a todos los trabajadores, que pierden así su capacidad de negociación individual. Uno no se acaba de acostumbrar a ciertas cosas.

Las diferentes soflamas que han ido utilizando, alcanzan cotas surrealistas. Salvo que hubiese un acuerdo para ello, ¿por qué habrían de repartir sus beneficios los propietarios del periódico? Si han pactado un salario, y lo reciben puntualmente, no hay más que hablar. Y para el futuro, si la empresa no quiere subirles el sueldo, ya saben dónde tienen la puerta.

En cualquier caso, todo esto viene por la perpetuación en el errada teoría del valor trabajo marxista (y no solo, porque el bueno de Adam Smith no aprovechó la ingente labor de nuestros escolásticos salmantinos), error al que contribuye muy destacadamente este periódico y su director, que en su labor de creadores de opinión, no hacen mucho por aclararlo, antes al contrario. Luego pasa lo que pasa.

Por cierto, el preciso seguimiento que Periodista Digital hace de todo esto, ¿tendrá algo que ver con la conocida obsesión de David Rojo por Pedro J.? ¿O con que el nuevo director sea su hermano Alfonso, uno de los fundadores de El Mundo, que se fue tras una trifulca con Pedro J.? A saber.


Actualización.- Happy Butcher ha escrito un post muy interesante que sirve para entender mejor todo esto.

lunes, 25 de abril de 2005

Desde el ateísmo católico

Gustavo Bueno siempre me ha parecido el razonamiento hecho persona. Aunque se discrepe de él, es difícil no admirar su capacidad discursiva.

Ayer le entrevistaba en La Nueva España Javier Neira, genial periodista asturiano y liberal, con motivo de la elección del nuevo Papa, Benedicto XVI.(A propósito, para los que estamos obsesionados con la corrección lingüística, resulta muy interesante esta aclaración a cargo de García de la Concha).

Conviene leerse todo el diálogo que han mantenido el maestro Bueno y el gran Neira, porque no tiene desperdicio.

Así, nos encontramos con una faceta habitual en Bueno: Siempre pone en situación su respuesta. Especialmente destacable es su explicación de la frase "estar en Babia", para que se entienda bien su respuesta.

Aclara que las críticas de Ratzinger hacia la mal llamada teología de la liberación y hacia otros teólogos díscolos eran "doctrinales" en cumplimiento de su función.

Pero especialmente llamativa es su apreciación sobre las reacciones ante el nuevo Papa, con la que no puedo estar más de acuerdo.

Finaliza de manera antológica:

"Me siento incapaz de opinar de la Iglesia. Culturalmente aprecio el catolicismo. Soy ateo católico que no es lo mismo que ser ateo musulmán. Los católicos son aliados míos en muchas cosas contra terceros. El catolicismo es derecho romano más filosofía griega. Es nuestra tradición."

martes, 19 de abril de 2005

Grandioso: ¡Ratzinger!

Me encuentro apurado acabando con el trabajo para poder irme para Madrid esta misma noche, por lo que no sigo las noticias en tiempo real. Bien es cierto que tampoco esperaba que esta misma tarde hubiese fumata bianca.

Suena el teléfono y mi madre me informa de la noticia. De inmediato le pregunto por el elegido, pero no me lo dice. Me reta a que yo mismo lo adivine. Sin persarlo dos veces, le contesto:

-Ojalá sea Ratzinger.
-Ése, ése, me dice con alborozo. -¿Crees que será un buen Papa?

No lo sé, mamá. Pero de mano me parece una noticia grandiosa, por varios motivos que brevemene comento.

Se confirma lo dificultoso que es hilar fino si los cardenales andan por el medio. Consecuentemente, los especialistas hacen un ridículo espantoso en su afán por pretender indagar donde es prácticamente imposible hacerlo. Valga el ejemplo de José Manuel Vidal, que insistió hasta la extenuación en que Ratzinger no era papable en absoluto. No ha sido el único, claro; ni tan siquiera el peor. Las sandeces han sido múltiples, puesto que yo he llegado a escuchar que los cardenales no se atreverían a nombrar a Ratzinger, pues se produciría un cisma con la Iglesia latinoamericana.

Cierta continuidad queda asegurada con esta elección, lo que en sí mismo no es precisamente negativo. Es cierto que probablemente los liberales no podamos esperar de Ratzinger que nítidamente distinga entre lo moral y lo legítimo, centrando a la Iglesia como referente moral para la acción libre de los individuos, dejando de apelar al Estado continuamente. Pero es que eso no sería posible con nadie, me temo.

Y ahí está el problema. Lo que tanto molesta del nuevo Papa no es que intente moralizar vía Estado, sino que la dirección moralizadora no sea moderna, o sea progre, o sea contraria a la propia doctrina de la Iglesia. Y no digamos ya su protagonismo en el ahogo de los políticos con sotana y fúsil, que tanto daño han hecho, estos sí, a la Iglesia y a la sociedad latinoamericana. Esta elección es pues también un golpe a quienes, dentro y fuera de la Iglesia, esperaban un político social, un socialista que utilice su enorme legitimidad para dañar inexorablemente la sagrada libertad del individuo, aspecto sin el que la redención es inviable, por cierto. Pero es que el reino de estos iluminados sí es de este mundo.

En cualquier caso, no caigamos en el error de nuevo, pues no necesariamente actuará exactamente igual que cuando era un simple cardenal. Pero lo que es indudable, es que estamos ante un teólogo de primera línea, muy inteligente y con mucha experiencia. Veremos si aguanta el embite, porque de inicio le van a llover felicitaciones por doquier. (Especialmente interesante es la opinión de Atilano Rodríguez, un buen Obispo y mejor persona, sobre todo si la contrastamos con la de Anasagasti)

domingo, 17 de abril de 2005

Los desvaríos de Mario Vargas Llosa

El gran Mario Vargas Llosa es humano. Supongo que a eso, y no a servidumbres propias del medio en el que publica, son atribuibles ciertas cosas.

Estamos, para variar, ante el enésimo análisis del papado de Juan Pablo II en clave política, olvidando que un Pontífice es un guía espiritual, no un Jefe de Estado en sentido estricto. Y en ese sentido, no se entiende que D. Mario diga que "(el Papa) nunca dejó de condenar con firmeza toda medida social y política que entrara en conflicto con las enseñanzas de la Iglesia, aunque se tratara de disposiciones y leyes aprobadas por gobiernos de inequívoco origen democrático, respetuosas del sistema legal vigente y apoyadas por la mayoría de la población." ¿Acaso pretende que se mantenga indiferente ante medidas que contradicen aspectos esenciales de la doctrina católica por el mero hecho de que ciertas leyes tengan legitimidad de origen? Supongo que el Sr. Vargas Llosa considerará intolerable que se critique la pena de muerte en los EE.UU., dado que es una medida netamente democrática.

Tampoco es cierto que "después del nazismo y el comunismo, otra bestia negra para Karol Wojtyla fue el liberalismo, al que denunció con severidad destemplada en sus encíclicas." El propio Vargas Llosa se confiesa no creyente, y eso le llevaría a no prestar demasiada atención a las encíclicas, pero eso no es disculpa suficiente; ya que se anima a dictar sentencias de este calado, al menos que se las lea atentamente. Juan Ramón Rallo está haciendo un trabajo excelente sobre este tema; le llegará el turno a la magnífica Sollicitudo Rei Socialis y quizás entonces Vargas Llosa se caiga del nido. Y es que Karol Wojtyla criticaba el uso que de la libertad se hacía y orientaba hacia una determinada moral, lo que es tan lógico como compatible con el liberalismo, pues éste se ocupa de ordenar derechos, no comportamientos morales. Digámoslo hasta la saciedad.

Así, el peruano realiza la inevitable referencia: "En lo relativo al sexo y a las relaciones humanas (...) retrocedería (el Papa) hacia las posiciones más tradicionales e intolerantes." Y aquí incluye desde el control de natalidad hasta la eutanasia, pasando por el celibato, la ordenación sacerdotal de mujeres o el matrimonio gay. Vamos, que también podríamos utilizar un poco de marihuana como vínculo de comunión, en vez de la tradicional hostia. ¿Por qué no? Claro que hay aspectos discutibles, como el mencionado celibato, por ejemplo, que igual que se introdujo se puede cambiar. ¿Pero es tan relevante eso para alguien que se identifica como no creyente? En todo caso, los argumentos han de ser técnicos, y no temporales o de oportunidad histórica. Desde luego, así de mano, no parece comparable la aceptación de la democracia con los matrimonios entre personas del mismo sexo.

Es curioso, por otra parte, como Vargas Llosa pasa por alto el caracter netamente liberticida de la llamada Teología de Liberación, muchos de cuyos miembros sí son ciertamente reaccionarios, llegando a colaborar directamente en gobiernos totalitarios. Parece ser que eso le perturba menos que el hecho de que un Papa condene el uso del condón.

Esto le lleva a conclusiones cuando menos sorprendentes: "Esto no dejará de tener efectos en la vida política y, acaso, en Europa, signifique una involución antiliberal parecida a la que ha tenido lugar en Estados Unidos con la irrupción de los movimientos religiosos fundamentalistas en los procesos electorales." Estamos de nuevo ante el eterno equívoco. Si la Iglesia es decisiva en cuanto a un determinado ordenamiento moral de un grupo de individuos, ¿por qué eso es una involución antiliberal? Por otra parte, ¿no sería en todo caso igual de legítimo que cualquier otro giro, si se hace de modo democrático? ¿Qué ha pasado en EE.UU., por cierto? Porque no me he enterado.

Y como es muy difícil negar lo obvio, hay que recurrir a patéticas explicaciones. "¿Cómo explicar que un Papa de sesgo tan inequívocamente antimoderno sea llorado, venerado y añorado por tantos hombres y mujeres, dentro y fuera de la Iglesia católica? Porque en el país de los ciegos, el tuerto es rey." No, admirado Mario. Creo que el motivo es mucho más simple.

Sí creo que tiene razón en que la Iglesia debe dirigirse a los fieles individualmente y no a los Estados, pero tampoco perdamos la perspectiva, puesto que es el Estado coercitivo el gran protagonista de nuestras vidas. Además, suponiendo que un Estado legislase de acuerdo a lo recomendado por la Iglesia, prohibiendo el divorcio, por ejemplo, sería tan legítimo y democrático como lo contrario, si así lo desean una mayoria de ciudadanos, ¿o no? Es lo que tiene la sacralización de la democracia, olvidando otras vías de legitimación más objetivas.

Acaba, en fin, de una manera coherente con la línea general del artículo: "El magisterio y las realizaciones de Juan Pablo II (...) me temo que hayan dejado algo maltrecha a la cultura de la libertad." ¿Por qué exactamente? ¿Por su rechazo de las ideologías totalitarias? ¿O por no ser suficientemente moderno?

domingo, 10 de abril de 2005

Carta cerrada a El Padrino

Aunque debería decir, para que me entiendas mejor, padrín. Lo eras por una doble razón que supongo ya habrás adivinado mientras sonríes irónicamente, con esa mueca tan característica de quien está de vuelta de tantas cosas, ¿verdad pillo?

Tu característica voz ronca, que te ha acompañado desde hace ya tantos años (yo no te recuerdo otro timbre de voz), hace inevitables las comparaciones. Por no mencionar tus célebres sentencias, tan definitivas como divertidas.

Pero hacía mención a una doble razón. Ésta ya más relevante. Y es que padrín te llamábamos todos los hijos de tu querido hermano mayor, aunque sólo fueses realmente el padrino de uno de ellos. Supongo que tuvo algo que ver el que formases parte fundamental de nuestra infancia, una época en la que muchos momentos concretos quedan grabados en el subconsciente a sangre y fuego. Todos nosotros tenemos nuestros propios motivos, porque todos tuvimos momentos especiales contigo.

Eso incluye a tu cuñada, claro está, que tenía en ti a otro hermano pequeño, o a otro hijo, según como lo quieras mirar. Tanto da, porque según me cuenta, nunca tuviste un mal gesto ni una mala palabra hacia ella, antes al contrario; y porque la familia aumentó durante aquellos años en un miembro más. Y qué decir de mi padre, orgulloso siempre del talento de su hermano al volante, mientras juntos levantasteis, siendo apenas unos jovenzuelos, la empresa familiar.

En mi caso, siempre recordábamos juntos cuando venías a comer a casa hace ya muchos años, con una libertad absoluta, hasta el punto de llegar cuando te daba la gana, prueba fehaciente de tu pertenencia a la familia, al fin y al cabo. Yo seguía siendo un niño mimado al que le encantaba que su nena (mi hermana) le cebase, y siempre que tú llegabas, inmediatamente me hacía cargo de la cuchara, para evitar tus sarcásticos comentarios. Claro que sabías muy bien todo lo que ocurría, así que mis intentos por disimular eran baldíos.

También eras muy aficionado a ponerme motes, ninguno de los cuales llegó a molestarme nunca. Hasta el punto de que actualmente aún te dirigías a mí como Manolo, sin saber por qué, y yo te respondía instintivamente.

Pero el motivo de esta carta no era recordar cosas que tú conoces perfectamente. Mi intención es mostrarte mi enfado, que a su vez está motivado por un profundo egoísmo. Me explico.

Hace tiempo que aprendí que uno vive del presente, y que los recuerdos pueden convertirse en un serio obstáculo si no se administran bien. Y en ese presente, estabas tú de muy diferentes maneras. Directamente, en la ruta a la que últimamente me había aficionado los fines de semana. Aunque tu ritmo era otro (mi vermut duraba más que tu vino), siempre coincidíamos el tiempo justo para comentar lo malos que eran los jugadores del Madrid, la genialidad de Fernando Alonso, alguna cosilla de la empresa, de mayor o menor importancia y, sobre todo, alguna maldad. También en las esporádicas comidas que hacíamos, en las que me divertía como un enano con tus punzantes comentarios, y que solían acabar con una timba en la que siempre nos pelabas, al menos a mí. Por no mencionar los partidos del Mosconia, en el último de los cuales nos pasamos toda la primera parte hablando de mi viaje fin de curso de 8º de EGB, al que tú nos llevaste en autocar. Aún recordabas cómo sudabas en la pista de baile, rodeado de quinceañeros, como si fueras uno más.

Pues bien. Durante estos amargos días de duelo, mientras masticaba en silencio la enorme rabia que me produce tu prematura y estúpida muerte, he llegado a la conclusión de que soy un egoísta. Porque sé que tú estarás, en el peor de los casos, plácidamente dormido eternamente, y la eternidad en ese estado, no es más que un suspiro para ti, pero es mucho para los que vivimos al margen de ella. Aunque realmente, yo estoy convencido de que ahora mismo estarás mirando socarronamente a San Pedro, preguntando por los colegas y familiares que para allá se fueron antes que tú.

Sea como fuere, el hecho es que ya no podremos disfrutar de ese presente contigo. Y eso es lo que me jode un montón, padrín. A mí y al resto de quienes te conocían y apreciaban, que a la luz de lo vivido en los últimos días, eran muchos. Sí, muchísimos; no seas malvado. Se les notaba en la cara que te querían, que no iban por marujerar. Creeme. Al menos, eso es ciertamente reconfortante para nosotros en un momento así.

Y ese enfado egoísta al que hacía mención, es el que tenemos que vencer todos (y entre todos). Comenzando por tu esposa, tus hijos y tu suegra, a los que les queda la titánica tarea de vivir sin tu presencia física; tienen que vivir con tu recuerdo, pero no de él. Continuando por tu hermano, tu cuñada y tus ahijados, y el resto de tu familia, que nos hemos visto privados de una figura esencial en nuestro pasado y en nuestro presente. Y acabando por tus amigos, que tienen que jugar la partida sin ti.

Descansa en paz, padrín. Yo me quedo rumiando el gran rato que pasamos la tarde del pasado sábado, esperando que ese recuerdo esté por encima de la inmensa rabia que siento en estos momentos, y que no tengo sobre quién o qué canalizar. Sé que, como mi pequeña ahijada inocentemente dijo, "todo el mundo se muere, hasta el Papa". Pero uno no se acaba de acostumbrar nunca. Te quiero. Te queremos. Y sé que lo sabías.

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Nota: Este post es un desahogo, tan necesario como personal, por lo que espero se comprenda que no se habiliten los comentarios.

lunes, 4 de abril de 2005

La coherencia de un referente moral

Soy Iglesia, porque estoy bautizado y confirmé posteriormente esa pertenencia voluntariamente. Durante esos años, me sentí orgulloso del Papa, siempre dispuesto a buscar a los jóvenes para darnos mensajes de esperanza: No tengáis miedo. Un Papa que doctrinalmente mostró una coherencia apabullante, y cuyos escritos, fundamentalmente las encíclicas, pero no solo, no tenían desperdicio alguno, pues en todo momento trataba de situar al hombre como protagonista de su propia vida, como ya había hecho Jesús de Nazaret. Un Papa que poseía además una capacidad de comunicación tremenda, una fortaleza contagiosa, un espíritu joven envidiable. Un Papa, en fin, que trataba de cumplir su misión, aspecto que mantuvo hasta el último momento, pues no hay mejor prédica que la realizada mediante el testimonio. No nos equivoquemos.

Hace ya un tiempo que me alejé de la Iglesia, es cierto. Pero mantuve en todo momento un respeto grande hacia la figura y la labor de Juan Pablo II. Y tras comprobar las diversas reacciones, veo que mi sentimiento es ampliamente compartido por personas de muy diversas procedencias y creencias. Porque el Papa es, en primer lugar, un referente moral y un líder espiritual para millones de personas, y eso ya de por sí merece un respeto y una consideración. Pero en este caso, además, se daban otros muchos aspectos, pues su mensaje de paz y amor es reconocido casi universalmente. Difícilmente se encontrará a alguien que suscite tanta unanimidad.

Los aspectos concretos de su papado ya han sido ampliamente comentados. Y lo que queda. Pero a mí me interesa destacar algo que a veces parece no quedar suficientemente claro: El Papa no fue, ni pretendió serlo, un líder político. Es cierto que tuvo un papel importante en la caída del comunismo, pero no por su labor política directa, sino por su influencia espiritual. Ha criticado muy duramente los totalitarismos por lo que tienen de negación del hombre y de ausencia de libertad, pues Juan Pablo II era muy consciente de que sólo las decisiones libres tienen un valor moral y, por tanto, una relevancia trascendente. Pero nunca pretendió tomar partido por una corriente de pensamiento concreta, pues no era su función. Y por ello hizo también todo lo posible por acabar con la corriente interna de la mal llamada "teología de liberación", que tiene muy poco de teológica y nada de liberadora.

Descanse en paz junto a su amado Padre, mediante la intercesión de su querida María. Él se ha ido, pero nos queda su recuerdo. Ahora, que los cardenales se dejen llevar por el soplo del Espíritu, por el bien de la Iglesia, que será el bien no sólo de sus miembros, sino de los muchos que valoramos la importancia y relevancia que esta institución milenaria tiene en nuestras vidas, de una u otra manera.

viernes, 1 de abril de 2005

Sobre el vídeo

Se ha montado mucho revuelo con el famoso vídeo de la FAES, hasta el límite de tildarlo de sectario y falaz. Incluso el diario del centrista de la nada, Pedro J., afirmaba ayer que se ponía en solfa la victoria democrática del PSOE. Como además esta fundación la preside Aznar, se saca a colación el resentimiento del anterior presidente del Gobierno por haber perdido las elecciones, olvidando de mano algo tan elemental como que él NO se presentaba.

Yo he visto el vídeo varias veces y he apreciado lo siguiente: Desde la izquierda (y el nacionalismo) se ninguneó a la amenaza terrorista islamista y se acusó al (entonces) Gobierno de utilizar el atentado de Casablanca y ciertas detenciones de islamistas como justificación de la guerra de Irak, afirmando ZP incluso que había que distanciarse de ese conflicto para no correr riesgos.

Tras el atentado, desde Ibarreche hasta Zapatero, pasando por la práctica totalidad de los medios de comunicación, todo el mundo apuntaba a ETA como autora.

El Gobierno informaba a los ciudadanos prácticamente en tiempo real, con las dificultades e inexactitudes que eso conlleva.

Pero la izquierda, fiel de nuevo a su estilo, que ya había comenzado a mostrar meridianamente con motivo del Prestige y la guerra de Irak, pasó al ataque. Y para ello se recurrió a la calle, su método favorito, en connivencia con los próximos: medios de comunicación afines, artistas y los autodenominados intelectuales, junto con las inevitables asociaciones antisistema. Una izquierda, no olvidemos, que con Zapatero a la cabeza seguía sin condenar los intolerables actos fascistas que sufrieron muchos ciudadanos por el mero hecho de simpatizar o militar en el PP.

Hasta tal punto llegaron, que el día de reflexión se convirtió en una algarada frente a las sedes del PP, creando un clima de crispación y coacción inaudito en una democracia.

Una vez instalados en el poder, ya nada parece importar, y el único partido que sigue intentando que se investigue lo que ocurrió, pues cada día hay más puntos oscuros, es el PP. La multitud ya no quiere saber.

Y yo me pregunto entonces. ¿Dónde está la manipulación de este vídeo? ¿Algo de lo dicho es falso? ¿Sectario? Bien, no deja de ser un pequeño spot, y como tal con una intención determinada. Y está creado por una fundación presidida por Aznar. ¿Eso es un delito, mientras que las continuas, estas sí, manipulaciones de medios y partidos políticos son tolerables? ¿Se discute la legitimidad democrática de los resultados por afirmar que el día de reflexión fue pervertido de forma miserable? Los votos son individuales y la responsabilidad de los mismos también; allá cada cual con sus motivaciones interiores, por supuesto. Pero me parece evidente que no fue democráticamente tolerable lo ocurrido ese día.

Claro que estamos ante lo de siempre, no hay que darle más vueltas. La derecha que se calle o será tildada de extremista. Hasta Rajoy, otro centrista de la nada, entra en el juego. Aquí lo que importa es el talante, aunque sea tirando piedras.

sábado, 26 de marzo de 2005

Marxismo sobre ruedas

Quizás fuese conveniente comenzar explicando cómo está organizado el transporte de viajeros por carretera en España. Y aunque creo recordar haberlo hecho ya en un comentario a un post de Dani hace mucho tiempo, lo haré de nuevo aquí en otro momento. No tiene desperdicio. Ofrezcamos ahora simplemente algunos datos necesarios para entender lo que quiero transmitir.

ALSA (Automóviles de Luarca, S.A.) es una empresa de solera en Asturias. Yo crecí viendo de cerca cómo se desarrollaba este proyecto familiar, basado en la iniciativa, la innovación y el riesgo empresarial. Y aunque bien es cierto que como comentaba al principio este sector está mediatizado por diversas circunstancias, el hecho innegable es que nos encontramos ante la empresa más importante de transporte de viajeros por carretera en la actualidad en España, aunque muy lejos aún de otras grandes europeas.

Hace ya unos años que modernizaron su estructura empresarial, sin perder el sentido familiar que caracteriza a muchas de nuestras empresas, pero sí al menos introduciendo la necesaria profesionalización que requiere una multinacional de referencia (están muy presentes en Chile, tienen participaciones de empresas en EE.UU., fueron pioneros en su introducción en China...) Pero siguen teniendo la misma asignatura pendiente de siempre: los sindicatos.

Por ley, está permitida la subcontratación de los servicios hasta un límite, que varía dependiendo del tipo (reitero que matizaré todo esto en un futuro, y pido disculpas por no detenerme ahora en ello). Y es habitual que, cumpliendo dicha ley, muchas pequeñas empresas colaboren con ALSA en la realización de los servicios, tanto de los que poseen en régimen de concesión administrativa (las conocidas líneas o los transportes escolares públicos) como de los propios (discrecionales, o para ser más didáctico, las excursiones que se les contratan directamente, colegios privados, etc.)

Pues bien, nos encontramos dentro de esta empresa a los habituales resentidos, incapaces de crear o innovar nada, que se creen, por el mero hecho de llevar trabajando ahí varios años, que pueden tomar decisiones sobre la gestión de una empresa privada de la que no son más que empleados.

Pongamos algunos ejemplos de las habituales huelgas que estos facinerosos vienen protagonizando desde hace varios años, con el consiguiente perjuicio para los usuarios que no tienen capacidad de elección, pues en determinados servicios se opera en régimen de monopolio administrativo (aunque esto es culpa del leviatán estatal)

Así, piden que se acabe con las horas extras y se contrate a empleados nuevos para cubrir las necesidades de los servicios; se les concede, pero hete aquí que se encuentran con que sus sueldos bajan al no hacer dichas horas. Y eso es intolerable. No es eso, no es eso. Por su parte, los directivos de la empresa, optan por subcontratar los servicios masivamente, hasta el límite que la ley permite, a otras empresas. Pero éste no es el tipo de creación de empleo que ellos desean, por supuesto. Así que montamos una huelga para exigir que se acabe con los colaboradores. Y para ello se emplean las tácticas mafiosas tan conocidas y consentidas en este país, permitiendo que una manada de estalinistas siembren el terror, hasta el punto de destrozar autocares (propiedad ajena) de pequeños empresarios que arriesgan día a día su patrimonio para salir adelante (mientras crean empleo, por cierto). Para ello no se andan con rodeos: se organizan en bandas y pinchan ruedas, destrozan cristales (incluso con viajeros dentro), amenazan por teléfono... Vamos, que cuando ellos lo deciden, todo se para para evitar males mayores.

Su última hazaña, es convocar una huelga por el despido de un trabajador de la empresa; justo antes del comienzo de la misma, el individuo en cuestión llega a un acuerdo, pero la huelga sigue adelante porque... ya que estamos...

¿Cómo se aseguran de que el seguimiento sea masivo? Pues primeramente se convence a los jóvenes trabajadores de que ellos, los dinosaurios (como son conocidos internamente los que cobran un sueldazo en concepto de antigüedad y no necesitan hacer horas extras) velarán por sus intereses y saben lo que hacen. Y a continuación, se llama a los colaboradores externos, con el número oculto en unos casos, con pleno descaro en otros, para recordarles que hay huelga y que ¡¡no se puede circular!! Cuando la llamada es anónima, la amenaza es directa. En el segundo caso, el cinismo alcanza cotas surrealistas: "Le llamo del Comité de Empresa para recordarle que comienza una huelga y que puede que ciertos exaltados incontrolados no entiendan que se realicen servicios para ALSA. Si usted circula con un servicio propio, procure que quede bien claro que así es, por si acaso".

Así pues, se nos informa que el seguimiento es masivo y que no hay incidentes. Eso sí, se comentan ciertos incidentes, pero mencionando que eso lo dicen fuentes de la empresa (y todo esto un periódico que suele ser bastante neutral en sus informaciones).

Mientras tanto, por tercera noche consecutiva, unos jóvenes empresarios duermen al aire libre vigilando sus propiedades por si aparece un exaltado incontrolado.

¿Y todavía nos dicen que ciertos liberales defendemos la ley del Salvaje Oeste? ¡Qué remedio! ¿Dónde está el leviatán estatal que dice obstentar el monopolio de la violencia? ¿Se ha de consentir vivir amedrentados por cuatro marxistas que ni han leído a Marx?

Todo esto, insisto, protagonizado por unos cobardes, resentidos e ignorarantes, a los que todos les consienten todo. ¿Todos? NO. ¿Todo? NO.

miércoles, 23 de marzo de 2005

Por qué lo llaman libertad si quieren decir servidumbre

El programa de Julia Otero está rodeado de una polémica necesariamente torticera, pues son los políticos quienes pretenden decidir si merece la pena o no su emisión, y además, usando nuestro dinero para ello. En un cadena privada, todo quedaría reducido al veredicto de la audiencia y a la inevitable y legítima crítica. Obviando ahora mismo este aspecto, he de decir que he visto muchas de sus entrevistas y no pocas de ellas me han parecido ciertamente interesantes.

Hoy ha dialogado en la segunda parte de su programa con un tetrapléjico que ha dicho cosas muy razonables para luego acabar donde siempre. Veamos.

Este caballero, que al parecer ha sufrido una lesión hace años mucho más grave que la de Sampedro, se ha recuperedo considerablemente gracias a una fuerte y consistente rehabilitación, y se siente muy molesto por el mensaje pesimista que constantemente transmitía Sampedro. Aquí estamos ante una cuestión moral sobre la propia vida, y de hecho, yo coincido plenamente con él, aunque no sé lo que haría ni sentiría llegado el momento.

Pero no entra de lleno en el aspecto esencial de todo este asunto: Él (y yo) aprecia(mos) mucho la vida, pero Sampedro había decidido sobre la suya (por los motivos que sean, pues ahora hablamos de derechos) y tuvo que luchar contra una legalidad que pretende legitimar una moral determinada. Hagamos proselitismo sobre la propia moral, pero respetemos la decisión libre del que tiene otra. Y respetar no es manifestarlo verbalmente, sino luchar porque el puñetero Estado deje de custodiar lo que no le pertenece en absoluto.

Obviamente, se hizo la inevitable referencia a Mar Adentro. Le gustó la película, pero le molesta que no se muestre una visión contraria, aquélla en la que el protagonista lucha por salir adelante. Dejando al margen que me parece absolutamente falso que la famosa película muestre la historia de un cobarde, antes al contrario, estoy de acuerdo en que los debates se pervierten cuando todo se mezcla. Pero es que el propio protagonista de la entrevista lo hace sin cesar. ¿Por qué se queja de la imagen que se da de los que él llama diferentes, como si hubiese dos individuos iguales? ¿Por qué culpabiliza del pesimismo de Sampedro a colectividades como los medios de comunicación, la sociedad...? ¿Acaso él mismo no es la prueba de que se pueden tener dos respuestas antagónicas viviendo en la misma sociedad y con los mismos medios?

Llegados a este punto, hace un llamamiento enérgico, con el que no puedo estar más de acuerdo, en pro de la libertad de decisión. Incluso matiza un poco más y opina que el testamente vital, libremente adoptado, debería ser el hilo conductor. Bien.

Pero a continuación, vuelve al tema moral y al análisis subjetivo de las razones que llevan a alguien a desear morir. Según nuestro protagonista, es lógico que Sampedro adopte esa actitud, pues la familia no tiene por qué ocuparse de él; debe hacerlo ¡¡el Estado!! Y si no lo hace adecuadamente, como de hecho él manifiesta que pasa actualmente, ocurren cosas como la de Sampedro. Esto es inaudito.

Desde luego nadie tiene derecho a ser ayudado, porque eso implica necesariamente el deber de otro a ayudarle, y eso nos lleva a ejercer la coerción, lo que elimina cualquier atisbo de libertad. Pero si un familiar no tiene por qué hacerse cargo, ¿bajo que argumento (incluso moral) apelamos al Estado? Pues sacamos a relucir la manida igualdad de oportunidades y el recurrente Estado benefactor y el llamamiento a la libertad queda en nada. Ya no es derecho a elegir, sino derecho a vivir dignamente, y para ello nada mejor que la subvención con dinero ajeno mientras los familiares quedan liberados legal y moralmente.

En fin, apelamos a la libertad del ser humano pero se la negamos de facto pretendiendo presentar al Estado como dispensador y garante de ella. Al menos no se le podrá negar coherencia ideológica, habida cuenta de que se presenta como marxista.

Por lo demás, Julia Otero en su línea. Indagó sobre los motivos de su entrevistado para desear vivir tan fervientemente, esperando encontrar el asunto religioso. Pero como éste se declaró ateo, todo quedó aclarado. Quizás se sintió un poco decepcionada cuando no quiso entrar al trapo criticando a Bush por el asunto de allá, eso sí. Un Bush, por cierto, muy aficionado también a imponer su moralidad utilizando los resortes estatales.

viernes, 11 de marzo de 2005

Un año después...

Hechos como los acontecidos hace un año dejan huella de por vida. Casi todo el mundo recordará dónde estaba y qué hacía cuando se enteró de lo que realmente estaba sucediendo. No es exactamente mi caso, pues se me entremezcla todo. Por el contrario, recuerdo al detalle todo lo que estaba haciendo cuando en directo vi caerse las Torres Gemelas. Pero las situaciones personales son vitales en estos casos, y ambos hechos ocurrieron en momentos muy distintos de mi vida.

No hacía ni un mes que había comenzado con una nueva aventura empresarial y esa mañana me desperté (con la voz de Federico Jiménez Losantos) tan nervioso y agitado como las anteriores, deseoso de ponerme en marcha. En algún momento, por la radio comentaron que una bomba había estallado en Atocha, pero todo era aún confuso. Como desgraciadamente este tipo de aberraciones son muy comunes en España y supongo que, en cierta manera, uno acaba acostumbrándose aunque intente no perder la capacidad de sorpresa, me vino a la mente lo habitual: “Esperemos que sólo sean daños materiales. ¡Malditos miserables!”

Luego, ya en el coche, llegaron los primeros datos sobre fallecidos, aunque sin una información muy clara aún. Sí recuerdo el testimonio en directo de Lucía Méndez, colaboradora de la COPE y periodista de El Mundo, que hablaba confusamente desde el piso de una vecina.

Una vez sentado en la oficina, seguí escuchando la radio a través de la página web. Según pasaban las horas, iba apartando mi mente del trabajo pues el nudo en el estómago se acrecentaba sin parar. Aún así, creo recordar que no bajé a la cafetería hasta la hora de comer, momento en el que por primera vez vi las imágenes. Nada fue igual ya. Y es que no hay nada como la información que uno recibe a través de la vista. Los comentarios de la gente eran los habituales, incrementados por la magnitud de los hechos, pero en la misma dirección. Yo opté por el silencio en todo momento; ni siquiera con mis compañeros hablé del tema, pues la angustia es el único sentimiento que consigue enmudecerme.

Por la tarde, sin dejar de oír la radio, seguí trabajando en la medida de lo posible. Recordaba que un mes antes, yo recorría diariamente el trayecto Las Rozas – Príncipe Pío en tren, para ir a trabajar en mi breve estancia en Madrid. No afectó a esa línea como más tarde averigüé, pero supongo que eso me hacía sentir una identificación aún mayor, pues me venía a la mente sin parar ese tránsito diario.

Ya por la noche, me senté apresuradamente en el sofá de casa, con los ojos puestos fijamente en el televisor. Mis padres me preguntaban, comentaban entre sí… Pero yo necesitaba desahogarme en soledad y echar fuera las lágrimas que había contenido durante todo el día. Fue uno de los momentos más angustiosos de mi vida, sin duda alguna. Esos minutos no los podré olvidar nunca. Y el inmenso odio que entonces sentí, aún anida dentro de mí. Lo que no sabía entonces era que se acrecentaría, pero eso es otra historia.

El día después (un día de mucho más de 24 horas) ya nada fue igual. Se percibía en la cara de las gentes mucha tristeza, mucha angustia, mucha incertidumbre, mucho desprecio… y mucha impotencia. Y llegó la multitudinaria manifestación, que miles de asturianos aguantamos bajo una inclemente lluvia. Otro momento que nunca se borrará de la mente.

Para qué engañarse; es reconfortante sentirse tan arropado, comprobar como muchos conciudadanos comparten tus sentimientos. Eso ayuda a que la esperanza aumente, y esa sensación es lo único que hace que uno pueda seguir adelante sin perder los nervios definitivamente.

Claro que yo aún no me había enterado de lo otro. De cómo otros seres humanos son capaces de utilizar todos estos hechos en beneficio propio. De cómo se comercia con los muertos aún calientes. De cómo se alcanza el estado más miserable de la condición humana, pues quienes lo hacen no son bazofia terrorista, sino individuos que pontifican a diario sobre derechos humanos, sobre solidaridad, sobre democracia, sobre libertad… ¿Podrán dormir tranquilos? Seguro que sí. Vuelta a la desesperanza.