Mi amigo y yo nos sentamos lo más cerca que podemos del escenario, teniendo en cuenta también que se pueda ver claramente la mesa donde se colocarán los protagonistas, aunque es uno en especial quien realmente nos importa.
No tarda en salir, solo, con pasos acelerados. Viste un traje veraniego, camisa oscura, sin corbata. Todo muy abundante, magnificado quizás por su pequeñez física que contrapone a su grandeza moral. Tímidamente, de soslayo, nos saluda como respuesta al estruendoso aplauso que le recibe.
Estamos en Oviedo, en la Sala Principal del Auditorio Príncipe Felipe, tras una noche corta y un desayuno frugal; pero merecía ciertamente la pena para ver directamente a quien ha sido el causante principal de mi pasión por la libertad. Hace ya tantos años… Atrás quedan las cartas que le escribía a Pedro J. en el año 96 pidiendo la incorporación de este genial individuo al periódico que yo compraba diariamente. Era una cuestión lógica: así me ahorraba comprar también el ABC, pues sólo por sus Comentarios Liberales llegaba a mi mano.
Lo del amigo que hoy me acompaña también tiene miga. Un joven izquierdista en su momento (ya saben, la enfermedad más habitual a cierta edad), pero recuperado para la causa tras innumerables discusiones. Tan sólo queda pendiente arrebatarle de las garras neoclásicas, pero todo se andará.
El público es muy variado. Desde jubilados hasta jóvenes estudiantes, niños más bien, a los que alguien pregunta tras de mí si están haciendo novillos; universitarios, jóvenes y no tan jóvenes empresarios; individuos sin más, que han madrugado para estar allí un rato antes de incorporarse al trabajo.… Y numerosa, muy numerosa la concurrencia.
Tras él, salen los contertulios del día y las periodistas que le acompañan diariamente. Y comienza el espectáculo. Se desenvuelve con soltura, teniendo en cuenta que muchos no le conceden ni tan siquiera la profesión de periodista. Pinchan en duro, pues con mucho atino sostiene que las facultades de Ciencias de la Información son una pérdida absoluta de tiempo.
Se les nota a todos a gusto; se lo pasan bien. Nosotros también. Me sorprende que se pueda hacer un programa de radio en directo con tanto público sin que nadie lo controle todo; espontáneamente (somos liberales, ¿no?) un silencio sepulcral se produce en cuento se acaba la publicidad y ellos se ponen los cascos.
Transmite vitalidad aunque apenas se le perciba físicamente tras el micrófono. Comunica porque no calla lo que el común piensa en muchas ocasiones. Hoy, por ejemplo, hemos conocido a la Delegada de la AVT en Asturias, una mujer a la que el Grapo le arrebató a su esposo, hace ya demasiados años, que consigue emocionarnos a todos con su testimomio cargado de sensatez y sentido común.
Su empatía es su virtud y la causa principal de que muchos pretendan enterrarle, no sé si sólo profesionalmente. Es una de las pocas gotas de agua en el desierto comunicativo actual, pero él acapara el odio de los liberticidas como ningún otro antes. En efecto, en un alarde de perversión tremendo, le achacan a él la causa de una crispación que no es más que producto de su brutal y ciego odio a la libertad.
Uno puede comprender que eso les pase a los progres de toda condición. Al fin y al cabo, les quita la careta diariamente, tantas veces como vuelven a ponérsela. Pero no concibo lo de ciertos liberales, empeñados en tildar de ultra, de facha, de neonazi, a quien es el culpable directo de que hoy se hable de liberalismo en España de nuevo.
Es cierto que su estilo ha cambiado, pero sigue cumpliendo una labor encomiable dentro de la necesaria división del trabajo. Muchos otros han cogido su testigo, mientras él batalla desde las ondas en una batalla desigual, tanto por efectivos como por métodos.
Se equivocan los expertos agitadores gramscianos esta vez. Yo he redescubierto de nuevo a este hombre precisamente por reacción ante tanta mala baba. Que sigan así.
Mientras tanto, hoy, en Oviedo, he disfrutado de la presencia de Federico Jiménez Losantos, maestro liberal. Es conveniente no perder la memoria.
viernes, 3 de junio de 2005
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3 comentarios:
¡¡David!! ¡Cuánto me alegro!
Es una pena no haber sabido antes que estabas por allí; así hubiéramos comentado la jugada en directo. ;) Es una falta de comunicación que hay que corregir para el futuro.
Un abrazo y gracias.-
Cuando vino a Majadahonda, además de que media ciudad se agolpó allí para verle (a él, a Mayor Oreja y a EuroLuis, sobre todo), aunque estaba en exámenes me fui a verle. Estuvo sembrado aquella mañana, el tío. Y el público actuó igual que allí, en Oviedo, aunque estuvo más entregado todavía (es que cada cosa que decía le aplaudían al buen hombre).
A FJL le sigo también desde que estaba en ABC, el periódico que siempre se ha comprado en mi casa, y me hice lector de El Mundo cuando él recaló allí, años ha. Siempre me ha parecido que no creció más porque el peso de los testículos se lo ha impedido. Por eso le odia la progresía, porque dice lo que odian oír. Su amor a la libertad es tan evidente que llamarle fascista insulta mucho más al que profiere esa palabra, por ignorante.
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