lunes, 19 de julio de 2004

La Noche de la Taxifilia II. El Regreso

Sábado por la noche. Acudo a mi cita anual con la Semana Negra de Gijón. Es una bonita disculpa para dar una vuelta por una ciudad que mejora considerablemente con la llegada del verano (ay, el mar de mi Asturias querida) y disfrutar con mis amigos de una noche-madrugada de colegueo y diversión.
 
En fin, que mi asistencia no estuvo motivada por los saraos dizque culturales que monta su inefable director,
Paco Ignacio Taibo II, conocido hagiógrafo de el Che. Ni en este comentario voy a a valorar las consecuencias obvias de todo acto progre que se precie. Tampoco entraré en detalles sobre cómo discurrió la noche, pues dudo que interese mucho; valga saber que arrastro secuelas físicas por haberme subido en un toro mecánico (más bien por no saber caer adecuadamente) y por haber sufrido la embestida de un amigo que no sabe dónde está el pedal del freno en un kart. ¿O quizás sí? No sé. Sino que quiero hablar de algo más prosaico.
 
El hecho es que nos dispusimos a coger un taxi para trasladarnos por la ciudad en un momento dado. ¡Cuánta ingenuidad! Como comunicaba incesantemente, comprobamos de varias maneras que el número era correcto. Llamamos simultáneamente desde tres terminales, pero el pi, pi, pi era inclemente; tras media hora, nos cogieron el teléfono. Comenzó entonces una infructuosa espera, durante la que me preguntaba si la señorita que me había atendido la llamada me habría entendido bien la dirección, porque sólo de pensar en tener que llamar otra vez, me entraban unas ganas locas de ir nadando. Por fin apareció un taxi, que algunos espabilados pretendieron coger. "Pardillos, no provoquéis a una víctima del intervencionismo", pensaba mientras les aclaraba que era mi taxi. Una vez ya acomodados en el interior, el taxista nos sacó de dudas: esa noche era una locura, todo el mundo llamaba a la vez, la gente saltaba literalmente a los taxis sin dejar que los viajeros se bajasen... ¿Me habría equivocado? ¿Quizás estaba yo en una lluviosa noche de Nueva York? Incluso temí por mi integridad, dado que el conductor nos aconsejó cautela al bajarnos, pues nuevos viajeros vendrían corriendo en cuanto el taxi se parase... Y todo esto sobre las 5 de la madrugada de una magnífica noche de verano. Cuando llegamos a nuestro destino, nos bajamos expectantes, esperando la marabunta... Pero nada. En fin, pagamos y dejamos al taxista con sus elucubraciones, quizás motivadas por alguna lectura negra reciente, La Noche de la Taxifilia II. El Regreso o así.
 
  
¿A qué viene todo esto, se preguntarán muchos? Incluso es probable que los otros protagonistas piensen que es lógico y que no hay que darle tanta importancia... ¡Pues la tiene!
 
Porque si una persona detecta un fallo como éste y decide ponerle remedio, es decir, quiere abrir una compañía de taxis con algo tan básico como varias líneas telefónicas y un parque móvil adaptado a la demanda, no puede. Porque todo está controlado por las cooperativas de taxistas y la administración. Porque ésta se encarga de repartir las consabidas licencias administrativas y aquéllas de repartírselas convenientemente. Así que si no te cogen el teléfono o hay pocos taxis, te fastidias. ¿Qué culpa tienen ellos de que todo el mundo quiera viajar en taxi de repente?
 
En detalles así es dónde mejor se aprecia la inexistencia de un sistema capitalista real frente a la existencia de la muy real coerción administrativa. Lo digo especialmente para quienes me dicen que hablo de teorías y economistas muy raros. Pues ahí tenéis la vida misma.
 
"Ya está el paranoico de Roberto con sus cosas". Pues sí. Para lúcido el taxista.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me encanta que trates este tema, porque yo he tenido experiencias similares en mi ciudad (Valencia). Un sábado por la tarde llamé un taxi para ir al aeropuerto. Después de quince minutos, paré a uno que pasaba de casualidad, y cuando le comenté mi extrañeza, me dijo que a los taxistas LES OBLIGAN A DESCANSAR UN DÍA DEL FIN DE SEMANA aparte del otro día de descanso que tienen asignado. Así que todos los fines de semana sólo circulan la mitad de taxis.
¿Por qué no dan, al menos, licencias de fin de semana?
En Bilbao creo que la cosa es aún peor, porque los taxis llevan instalados unos aparatos que desconectan el taxímetro después de nueve horas de trabajo en un día, supongo que para evitar que circulen taxistas cansados pero ¿no se puede compartir un taxi y que funcione 24 horas?
Parece que la administración "sabe" lo que es justo que gane un taxista y el "pastel" que hay que repartir, así que lo reparte cuidadosamente para que a todos les toque lo mismo.
LIBERALIZACIÓN DEL TAXI, YA.

Zuppi.

El Salmantino dijo...

Pero recordemos que en este caso también están implicados los propios taxistas, a través de sus patronales y cooperativas. Bien es cierto que sin la presencia estatal, como ocurre en todos los casos, ya no podrían hacer uso de sus privilegios. Estamos ante un colectivismo atroz, que afecta a los usuarios, a los futuribles taxistas y a los actuales, que se ven sometidos a los dictados de su gremio, en el que la individualidad no existe. Grave, muy grave.