En un artículo publicado en Homenaje a Fraga Iribarne, el Prof. Huerta de Soto clasificaba a los políticos en cuatro tipos:
Tipo uno: Aquel que busca el poder única y exclusivamente para luego perpetuarse en él, sin pararse a analizar nada más. Absolutamente pragmático. Casi todos los políticos estarían en este grupo, pero Felipe González le parece un buen representante al Prof. Huerta y no seré yo quien le contradiga.
Tipo dos: Sería el político procedente del tipo uno que es consciente en algunos momentos del daño ocasionado, pero no pierde su pragmatismo en aras de la perpetuación en el poder. Aquí yo pondría de ejemplo a José María Aznar en muchas de sus actuaciones centro-reformistas.
Tipo tres: Liberal, intenta que sus medidas vayan orientadas en esa dirección, pero sin arriesgarse por ello a perder el poder. Coincido con el ejemplo de Esperanza Aguirre.
Tipo cuatro: Él mismo explica el ideario liberal de forma tal que lo hace lo suficientemente atractivo para ganar las elecciones y llevarlo a la práctica. Reagan y Thatcher (sólo en momentos puntuales) serían ejemplos válidos.
A mí no se me ocurren más políticos del tipo cuatro. Curiosamente hablamos de países de tradición individualista (EE.UU. y Gran Bretaña) y no es el caso de España, me temo. De ahí mi relativo conformismo con que aparezcan más políticos del tipo tres (posible también en partidos socialistas, como se vio en Nueva Zelanda y otros sitios) mientras se sigue realizando la labor divulgativa de la que hablábamos.
domingo, 4 de julio de 2004
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3 comentarios:
He dicho "en momentos puntuales", Albert. Y eso es difícilmente discutible. Y en cuanto a España, precisamente por eso escribí las anotaciones. Si un político mantiene el discurso reaganiano aquí, no dura dos telediarios. Reagan apelaba allí a la tradición americana, la de los Padres Fundadores, al patriotismo americano primigenio, basado en la inviolabilidad del individuo. Nada que ver con la tradición estatista española, a pesar de los numerosos movimientos anarquistas que en España hubo.
Por ello, la división del trabajo ha de ser más puntillosa si cabe aquí, creo yo.
Con los chicos del Mises estamos en lo de siempre. ¡Claro que es importante la fidelidad a unos principios que para nosotros son básicos! Pero eso no es óbice para reconocer los pequeños y tímidos avances de un político determinado; negarlo es de una necedad incomprensible. Un político no es un académico; está sujeto al mandato de los ciudadanos y ha de mantener un continuo equilibrio. Yo no me conformo con ello, pero no cierro los ojos a la realidad tampoco.
La importante labor del Mises Institute ha de seguir desarrollándose y... quién sabe. A lo mejor en un futuro cercano hay un Ron Paul en la Casa Blanca. Aunque teniendo en cuenta que Lew recomiendo no votar, desconozco cómo piensan cambiar la situación.
Y es que son buenos en su trabajo (académicos y profesores), pero creo que nefastos estrategas.
Quizás algunos se sentirían identificados con muchas de las cosas que Rothbard escribe. Quién sabe...
El Estado siempre tiende a crecer, y probablemente haya que concluir que el intento de un Gobierno limitado ha fracasado. Pero dudo que se pueda ahondar sin los pasos intermedios. Y si no se hace desde dentro, mediante una concienciación social previa, eso sí, no sé cómo. ¿Alguna idea?
De todos modos, todo esto venía a cuento de que yo sí valoro hechos puntuales si van en la dirección adecuada. Algo es algo.
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